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sábado, 11 de enero de 2020

EL MILAGRO DE SANTA FAUSTINA



 EL MILAGRO DE SANTA FAUSTINA

Santa Sor Faustina
Ella es el “regalo de Dios para nuestros tiempos”, gran mística, maestra de la vida espiritual, y el profeta quien nos recuerda la verdad bíblica del amor misericordioso de Dios a cada hombre, e insta al mundo proclamarla a través del testimonio de la vida, de hechos, palabra y oración.


Ron, ¿quién intercedió por ti?
El testimonio del padre Ronald Pytel

El 16 de noviembre de 1999, los médicos invitados por la Congregación de la Causa de los Santos aprobaron por mayoría de votos que la inmediata curación de mi muy deteriorado ventrículo izquierdo era inexplicable para la medicina. El 9 de diciembre una comisión vaticana de teólogos confirmó que era un milagro atribuido a la intercesión de la beata Sor Faustina Kowalska. Más tarde se reunió una comisión de cardenales y el 20 de diciembre, en presencia del Santo Padre Juan Pablo II, fue promulgado el decreto sobre el milagro.

Me llamo Ronald Pytel, soy de origen polaco, mis abuelos nacieron en Polonia. Soy párroco de la iglesia de la Virgen del Rosario en Baltimore, Maryland, Estados Unidos. Nuestra parroquia es el santuario diocesano de la Divina Misericordia. Tuve mi primer contacto con la Divina Misericordia cuando era joven, en la escuela primaria donde estaba la imagen de Cristo con la inscripción: Jesús, en ti confío. Hace 26 años me ordené sacerdote y con el tiempo me sumé a la obra del culto a la Divina Misericordia. Desde la beatificación de Sor Faustina, cada segundo domingo del mes en nuestra iglesia se celebran solemnes oficios en honor de la Divina Misericordia en inglés y cada tercer domingo del mesen el idioma polaco. Además, cada jueves es rezada la incesante novena a la Divina Misericordia. Nuestra parroquia propaga el culto a la Divina Misericordia a través de los ejercicios espirituales, conferencias y peregrinaciones. De ahí que cuando me puse enfermo mis ruegos y los de los parroquianos eran didirgidos a la Divina Misericordia por intercesión de la beata Sor Faustina.

Enfermé en 1995. Me sentí mal durante el invierno y la primavera. Los síntomas de la enfermedad eran similares a los de un resfriado y alergia y después, de una bronquitis. Al subir al primer piso no podía cobrar aliento y tosía continuamente. Fui al médico que confirmó el diagnóstico: bronquitis alérgica. Durante la misma visita el médico hizo constar que los murmullos del corazón que tenía desde pequeño se habían hecho más fuertes y me envió a hacer un test Doppler, ecocardiograma que mostró una estrechez de la válvula aórtica causada por depósitos de calcio y solamente el 20% de sangre podía fluir por ella. Padecía la insuficiencia cardíaca.

El 8 de junio de 1995 tuve una cita urgente con el doctor Nicholas Fortuin, conocido cardiólogo que trabajaba en el famoso hospital Johns Hopkins en Baltimore. Al estudiar mi ecocardiograma, confirmó el diagnóstico de la estrechez de la válvula aórtica. Me recetó medicamentos y mandó guardar cama hasta el día de la operación en Johns Hopkins Hospital, fijada para el 14 de junio de 1995. De camino a casa, mi mejor amigo, el padre Larry Gesy dijo: No te preocupes Ron, todo esto tiene alguna relación con la misericordia Divina. Aunque no me agradaba la idea de la próxima operación, en mi corazón reinaba paz. Leía el Diario de Sor Faustina, cada día oraba con las palabras de la Coronilla a la Divina Misericordia.

Después de la operación, el cirujano doctor Peter Green dijo al padre Larry Gesy que mi corazón estaba dañado a causa de la estrechez de la válvula que no permitía el libre flujo de sangre. Si no hubiera tenido la operación, mi vida se hubiera visto amenazada. Después del siguiente examen, el doctor N. Fortuin le dijo que no podía prever como sería mi vida en adelante, pero estaba seguro de que no podría vivir normalmente. Constató con seria preocupación que nadie me daba garantía de vida, de una vida larga. Su diagnóstico no era muy optimista. El ventrículo izquierdo se veía muy deteriorado. Mi Amigo me lo daba a conocer poco a poco.

El 5 de octubre de 1995, durante todo el día celebramos el oficio delante del expuesto Santísimo Sacramento. Rezamos la Coronilla a la Divina Misericordia, el rosario y otras oraciones. El día terminó con la santa Misa. Así nos preparábamos a la visita del Santo Padre a Baltimore, el 8 de octubre de 1995. Presidí la santa Misa. Durante la homilía hablé sobre la confianza en Dios y sobre cómo Dios me tocaba con su misericordia. Aquella tarde un grupo de personas oraba por mi sanación. Imploraban la intercesión de la beata Sor Faustina y yo veneré sus reliquias. Durante la oración yo descansaba en el Espíritu Santo. Estuve echado en el suelo cerca de 15 minutos. Estaba totalmente consciente pero no podía moverme. Me sentía como una persona paralizada cuando mis parroquianos oraban encima y alrededor de mí.

En altas horas de la tarde me di cuenta de que me había olvidado tomar el medicamento. Lo tomé cerca de medianoche y me estaba preparando para acostarme. En aquel momento, al tomar un respiro profundo sentí un dolor cerca del corazón. Hasta aquel momento nunca había tenido tal dolor, me dolía solamente la cicatriz de después de la operación. Era algo nuevo, algo desconocido. Pensé que era el efecto de la actividad excesiva durante el día. Después de algún tiempo me di cuenta de que el dolor aumentaba tras tomar el medicamento. Al día siguiente no tomé la medicina y el dolor no apareció.

Llamé al doctor Fortuin para hablarle del problema. Yo sentía que el medicamento para el corazón originaba el dolor. El doctor Fortuin dijo que era el mejor medicamento para mi enfermedad y que durante dos meses mi organismo lo había tolerado sin efectos secundarios. Sin embargo, vista la reacción de mi organismo, me recomendó tomar un día la mitad de la dosis y al día siguiente la dosis entera, alternativamente, y llamarle una semana después. Cuando tomaba la mitad de la dosis me sentía mejor. El dolor de cabeza era menos intenso y se pasaba más rápido. Llamé al doctor Fortuin para informarle de mi observación. Me dijo que siguiera tomando la mitad de la dosis de la medicina hasta la visita que iba a tener 9 días más tarde.

El 9 de noviembre fui al doctor Fortuin. Después del examen inicial, me hicieron ecocardiograma. El médico miró los resultados del test y me invitó a su despacho. Me contemplaba en silencio durante un tiempo que me parecía una eternidad y por fin dijo: Ron, alquien intercedió por ti. Pregunté: ¿Qué quiere decir esto? Él contestó: Tu corazón está sano. Pregunté asombrado: ¿Qué? Y él repitió: Tu corazón está sano. Le dije: El doctor Green sugirió repetir el ecocardiograma para ver si el ventrículo izquierdo se ha fortalecido. Y el doctor Fortuin replicó: No, no … estamos hablando de un corazón totalmente normal. Yo no era muy optimista en cuanto tu estado de salud. No sé explicar lo que ha pasado. Y continuó: No tienes ninguna limitación, no debes tomar ningún medicamento. Nos volveremos a ver dentro de un año, durante la próxima visita de control. Le pregunté asombrado: ¿Dentro de un año? Contestó: Sí, dentro de un año.Tu corazón está completamente sano. Al salir del médico llamé al padre Larry Gesy y le dije lo que había oído del doctor Fortuin. Contestó: Es el milagro que pedíamos.

En noviembre de 1996 fue convocada una comisión oficial en la archidiócesis de Baltimore para examinar las opiniones juradas de los médicos y declaraciones de testigos que hablaron de los cambios en mi estado de salud. Una vez terminado el proceso diocesano, vino el padre Serafín Michalenko, vicepostulador de la causa de Sor Faustina en los Estados Unidos y de Baltimore Tribunal recogió los documentos sellados que en diciembre de 1996 llevamos a Roma. Los documentos comprendían más de 800 páginas de registros médicos y cerca de 500 páginas de material jurado.

Sé que la beata Sor Faustina intercedió por mí ante Jesús y que Su amor me tocó y me sanó. Así de fácil.

Reimpreso de: “El Mensaje de la Misericordia”, 34 (2000), p. 6-7

Traducción al español – Ewa Bylicka


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