II.
NOVENA A LA SANTA SOR
FAUSTINA
Para conocer el misterio
de la Divina Misericordia
Día I
Conocer a Dios
“Estaba reflexionando
sobre la Santísima Trinidad. Quería penetrar y conocer necesariamente, quién
era Dios… En un instante mi espíritu fue llevado como al otro mundo, vi un
resplandor inaccesible y en él como tres fuentes de claridad que no llegaba a
comprender. Del mar del resplandor inaccesible, salió nuestro Salvador de una
belleza inconcebible, con las llagas resplandecientes. Y de aquel resplandor se
oyó la voz: “Quién es Dios en su esencia, nadie lo sabrá, ni una mente angélica
ni humana. Trata de conocer a Dios a través de meditar sus atributos (comparar
Diario 30). El Señor me dio mucha luz para que conociera sus atributos. El
primer atributo que el Señor me dio a conocer, fue su Santidad, el segundo fue
su Justicia que llega hasta el fondo de la esencia de las cosas y el tercero
fue el Amor y la Misericordia. Y entendí que el mayor atributo es el Amor y la
Misericordia. El une la criatura al Creador (comparar Diario 180).
Santa
Faustina, alcánzame la gracia de penetrar cada vez más profundamente en el
misterio de la Divina Misericordia y de contemplarlo en lo cotidiano para que
mi vida sea un vivo reflejo de este mayor atributo de Dios.
Día II
La Divina Misericordia en la creación de los ángeles
“Oh Dios, que eres la
felicidad en ti mismo y para esta felicidad no necesitas a ninguna criatura, ya
que eres en ti mismo la plenitud del amor, pero por tu insondable misericordia
llamas a las criaturas a la existencia y las haces partícipes de tu felicidad
eterna. En tu insondable misericordia has creado los espíritus angélicos y los
has admitido a tu amor, a tu familiaridad divina. Los has hecho capaces de amar
eternamente; aunque los has colmado, oh Señor, tan generosamente del resplandor
de belleza y de amor, no obstante no ha disminuido nada tu plenitud, oh Dios,
ni tampoco su belleza y amor te han completado a ti, porque Tú en ti mismo eres
todo. Y si los has hecho partícipes de tu felicidad y les permites existir y
amarte, es únicamente gracias al abismo de tu misericordia” (Diario 1741).
Santa
Faustina, alcánzame la gracia de penetrar cada vez más profundamente en el
misterio de la Divina Misericordia y de contemplarlo en lo cotidiano para que
mi vida sea un vivo reflejo de este mayor atributo de Dios.
Día III
La Divina Misericordia en la creación del mundo
“Oh Dios, con qué
generosidad derramas tu misericordia y todo esto lo haces por el hombre. Oh
cuánto amas al hombre si tu amor hacia él es tan activo. Oh Creador mío y
Señor, en todas partes veo las huellas de tu mano y el sello de tu misericordia
que abraza todo lo que está creado (Diario 1749). Te adoro por todas las obras
de tus manos, en las cuales se me revela tanta sabiduría, bondad y
misericordia. Oh Señor, has esparcido tanta belleza sobre la tierra y ella me
habla de tu belleza” (Diario 1692).
Santa
Faustina, alcánzame la gracia de penetrar cada vez más profundamente en el
misterio de la Divina Misericordia y de contemplarlo en lo cotidiano para que
mi vida sea un vivo reflejo de este mayor atributo de Dios.
Día IV
La Divina Misericordia en la creación del hombre
“Oh Dios, que por tu
misericordia te has dignado llamar de la nada a la existencia al género humano
colmándolo generosamente de la naturaleza y de la gracia. Pero para tu bondad
eso no [ha sido] suficiente. Tú, oh Señor, en tu misericordia nos das la vida
eterna. Nos admites a tu felicidad eterna y nos haces partícipes de tu vida
íntima y lo haces únicamente por tu misericordia. Nos concedes tu gracia
únicamente porque eres bueno y lleno de amor. No éramos nada necesarios para tu
felicidad, pero Tú, Señor, quieres compartir con nosotros tu propia felicidad”
(Diario 1743).
Santa
Faustina, alcánzame la gracia de penetrar cada vez más profundamente en el
misterio de la Divina Misericordia y de contemplarlo en lo cotidiano para que
mi vida sea un vivo reflejo de este mayor atributo de Dios.
Día V
La Divina Misericordia en el misterio de la Encarnación
“Oh Dios, que no has
exterminado al hombre después de la caída, sino que en tu misericordia lo has
perdonado como Dios, es decir, no sólo le has perdonado la culpa, sino que le
has colmado de toda gracia. La mise- ricordia te ha empujado a dignarte
descender hacia nosotros y levantarnos de nuestra miseria. (…) Y se hace el
inconcebible milagro de tu misericordia, oh Señor. El Verbo se hace Carne, Dios
habita entre nosotros, el Verbo de Dios, la Misericordia Encarnada. Nos has
elevado a tu divinidad a través de tu humillación; es el exceso de tu amor, es
el abismo de tu misericordia. Los cielos se asombran de este exceso de tu amor,
ahora nadie tiene miedo de acercarse a ti. Tú eres Dios de la misericordia,
tienes piedad de la miseria, eres nuestro Dios y nosotros tu pueblo. Tú eres
nuestro padre y nosotros por tu gracia somos tus hijos. Sea glorificada tu
misericordia por haberte dignado descender a nosotros (Diario 1745).
Santa
Faustina, alcánzame la gracia de penetrar cada vez más profundamente en el
misterio de la Divina Misericordia y de contemplarlo en lo cotidiano para que
mi vida sea un vivo reflejo de este mayor atributo de Dios.
Día VI
La Divina Misericordia en la obra de la Redención
“Oh Dios que con una sola
palabra habrías podido salvar miles de mundos, un suspiro de Jesús habría
satisfecho tu justicia. Pero Tú, oh Jesús, te entregaste por nosotros a tan
asombrosa pasión únicamente por amor. La justicia de tu Padre habría sido expiada
con un solo suspiro tuyo y todos tus anonadamientos son exclusivamente actos de
tu misericordia y tu amor inconcebible. (…) Cuando estabas muriendo en la cruz,
en aquel momento nos donaste la vida eterna; al haber permitido abrir tu
sacratísimo costado nos abriste una inagotable Fuente de tu Misericordia; nos
ofreciste lo más valioso que tenías, es decir, la Sangre y el Agua de tu
Corazón. He aquí la omnipotencia de tu misericordia, de ella toda gracia fluye
hacia nosotros” (Diario 1747).
Santa
Faustina, alcánzame la gracia de penetrar cada vez más profundamente en el
misterio de la Divina Misericordia y contemplarlo en lo cotidiano para que mi
vida sea un vivo reflejo de este mayor atributo de Dios.
Día VII
La Divina Misericordia en la santa Iglesia
“Tú, oh Señor, partiendo
de esta tierra deseaste quedarte con nosotros y te dejaste a ti mismo en el
Sacramento del Altar y nos abriste de par en par tu misericordia. No hay
miseria que te pueda agotar; llamaste a todos a esta fuente de amor, a este
manantial de la piedad divina. Aquí está el trono de tu misericordia, aquí
remedio para nuestras enfermedades. Hacia ti, oh Fuente viva de Misericordia,
corren todas las almas: unas como ciervos, sedientes de tu amor, otras para
lavar la herida de sus pecados; otras todavía, cansadas de la vida, para tomar
fuerzas” (Diario 1747).
Santa
Faustina, alcánzame la gracia de penetrar cada vez más profundamente en el
misterio de la Divina Misericordia y de contemplarlo en lo cotidiano para que
mi vida sea un vivo reflejo de este mayor atributo de Dios.
Día VIII
La Misericordia en la unión del hombre con Dios
“Creador y Señor mío, tu
bondad me animó a conversar contigo. Tu misericordia hace que desaparezca el
abismo que separa al Creador de la criatura. Hablar contigo, oh Señor, es el
deleite de mi corazón. En ti encuentro todo lo que mi corazón puede desear.
Aquí tu luz ilumina mi mente permitiéndole conocerte a ti cada vez más
profundamente. Aquí torrentes de gracias fluyen sobre mi corazón, aquí mi alma
obtiene la vida eterna. Oh Creador y Señor mío, además de ofrecerme estos
dones, Tú mismo te entregas a mí y te unes íntimamente a tu criatura miserable.
Te adoro, oh Creador y Señor, con todo mi corazón y toda mi alma” (comparar
Dairio 1692).
Santa
Faustina, alcánzame la gracia de penetrar cada vez más profundamente en el
misterio de la Divina Misericordia y de contemplarlo en lo cotidiano para que
mi vida sea un vivo reflejo de este mayor atributo de Dios.
Día IX
La Divina Misericordia en la vida eterna
“En espíritu estuve en el
cielo y vi estas inconcebibles bellezas y la felicidad que nos esperan después
de la muerte. Vi cómo todas las criaturas dan incesantemente honor y gloria a
Dios; vi lo grande que es la felicidad en Dios que se derrama sobre todas las
criaturas, haciéndolas felices. Ahora comprendo a San Pablo que dijo: Ni el ojo
vio, ni oído oyó, ni entró al corazón del hombre, lo que Dios preparó para los
que le aman. Oh felices las almas que ya aquí en la tierra gozan de sus
particulares favores, y éstas son las almas pequeñas y humildes” (Diario
777–778).
Santa
Faustina, alcánzame la gracia de penetrar cada vez más profundamente en el
misterio de la Divina Misericordia y de contemplarlo en lo cotidiano para que
mi vida sea un vivo reflejo de este mayor atributo de Dios.
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